Soplo Mágicos Disparates

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Perfume para Entes o Veneno pa' la Gente

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I Am Pedro Pietri's Character

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Friday, March 9, 2012

DEAN ZAYAS, un poeta de la escena




DEAN ZAYAS, un poeta de la escena
por Carlos Manuel Rivera*
            En mis imaginarios se recrea un ángel que descendió de los cielos a una Arcadia o bello campo, en la cual su naturaleza lo envolvió de tanta magia que por voluntad decidió quedarse en ella. Esa Arcadia, hoy Gran Urbe, Caguas, Ciudad Criolla recibió el alumbramiento de Dean Manuel Zayas León y Pereira.
            Siguiendo con mis imaginarios para activar mi crónica real, visualizo que ese ángel niño vio, o valga por la redundancia, imaginó una compañía de cómicos de la legua y fue formando lo que lo inspiró a realizar su viaje para llegar a ese “lugar donde se ven los dioses”, el teatro. De ahí, pasa a Nueva Jersey, Nueva York, la Gran Manzana y más tarde a mediado de los años sesenta a la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras y su Departamento de Drama, hoy en día y eternamente, su morada o Castillo interior.
En el Departamento de Drama, Dean aprendió muy pronto la disciplina del teatro. Apareció como actor en obras que van desde los grandes clásicos del teatro griego, como Edipo Rey de Sófocles hasta la vanguardia sesentista del teatro latinoamericano, europeo y norteamericano. Luego, comenzó allí mismo, como estudiante, el gusto por las letras, la poesía y se lanzó a escenificar aquellos versos que desde su intrínseca subjetividad lo harían, hoy por hoy, un poeta de la escena, uno de los más grandes directores del Teatro Nacional Puertorriqueño desde los años sesenta, a finales del s. XX y los principios del s. XXI.
Más tarde, retorna a la Ciudad de Nueva York a continuar estudios graduados del teatro y a su Vuelta al hogar se integra a continuar con la labor, como muchos de los poetas de la historia, al magisterio, la cátedra y compartir con otros grandes maestros y artistas del teatro como: Nilda González--quien lo reclutó--, Gilda Navarra, Maricusa Ornes, Gloria Sáez, Myrna Casas y años más tarde, la Gran Sacerdotisa y Chamana, Victoria Espinosa. Del mismo modo, a través de los años se convirtieron en sus colegas estudiantes destacados como: Idalia Pérez Garay, Rosa Luisa Marques, José Félix Gómez, José Luis Ramos-Escobar, María Eugenia (Cuca) Mercado, Julia Thompson, Carola García, Teófilo Torres y Jacqueline Duprey, por mencionar algunos de ellos.
En sus clases enseñó y dirigió a hoy en día grandes actores, profesores, técnicos y artistas generales del teatro que por décadas hemos continuado atrapados por su magia y que decidimos entronar la disciplina hasta nuestro desenlace en la vida como mortales, pero inmortales en la eternidad como los dioses del Olimpo. Dean, ha dirigido miles de obras que fluctúan desde los clásicos de todas las épocas hasta la contemporaneidad posmoderna, a la cual también aporta por su misión y responsabilidad ética, social y educativa con su patria.
Muy niño, en los años setenta, veía un programa de televisión en el Canal 6 En un acto. Allí, se entrevistaban actores y directores, teatreros en general y cada uno de ellos representaba o mostraba algún ejemplo de sus logros en la escena. Recuerdo a Ernesto Concepción y su insigne monólogo Rompecabezas de Clara Cuevas, Elsa Román y 27 vagones de algodón de Tennesse Williams, Gloria Sáez y sus diseños de vestuario para Las mujeres sabias de Molière, por mencionar algunos. Ese programa no me lo perdía y fue ahí, donde comencé a admirar y amar a Dean Zayas, mi Maestro.
            Nunca sabría que en mis últimos años de escuela superior ganaría una beca de La Parroquia Santa María de Los Ángeles en la urbanización La Riviera en Río Piedras, donde hice mis pininos en el teatro bajo la dirección del tenor, Alex Vásquez, para estudiar y conocer personalmente a Dean Zayas. Era la Academia de Teatro de Medina y las clases se daban en el Colegio La Inmaculada en Santurce. El profesor me enseñó la primera clase de actuación de mi vida. En una retrospección, me acuerdo que en un ejercicio de la clase me dio el papel de Don Chago de La carreta de René Marqués, junto a mí estaban otros en la clase, quienes también siguieron y siguen hoy día el arte de la actuación; dos ellos han fenecido muy jóvenes, Neil Peña, niño en aquella época y Verónica Santaliz, la sobrina de Pedrito; y hoy, aún vigente, hecha una gran actriz, Ángela Mari.
 En el 1981, año de la huelga ingresé en el Departamento de Drama que dirigía Dean Zayas. En esos años había una generación muy talentosa, disciplinada y activa de teatreros. Tomé muchos cursos con El Maestro desde actuación, historia del teatro, dicción de segundo año y formé parte del Teatro Rodante. Dean seguía formando con sus versos la puesta en escena. Crecía y crecía como poeta de la escena. Vi muchas obras que  escenificaba y la más grandiosa de aquella época Canción de Navidad de Dickens. Era un sueño, una exquisitez, una valiosa estética de teatro, ¡qué belleza!; movimientos, actores, canciones, escenografía giratoria, vestuario, luces, todo lo que la magia del teatro apodera para realizarse y transformar mentes y seres humanos en todos los sentidos, pero uno en particular, la sensibilidad. Dean Zayas como poeta de la escena causa en sus espectadores estesia, sensibilidad.
He aprendido de él tanto desde el arte de la actuación, la dramaturgia, la investigación, la puesta en escena, la dirección y toda labor que hace con devoción y entrega un verdadero teatrero. Así también me enseñó y compartió sus vivencias de la grandes heroínas del teatro, la danza, la poesía y la vida, quienes después se convirtieron en las mías: Gloria Arjona, Piri Fernández de Lewis, Angelina Morfi, Aurora de Albornoz, Marielisa González y Luz Minerva Rodríguez.
El Maestro se ha destacado con su poética escénica con dos grandes aportaciones: el teatro de Tennessee Williams y el teatro español del Siglo de Oro . Sus puestas en escena de Un tranvía llamado deseo y Los melindres de Belisa de Lope de Vega son insuperables. El realismo poético de Williams entra en los espectadores con una energía transformadora que surge de la mano de este gran director. Es un acto casi inexplicable que te hace vibrar cuerpo, mente y espíritu. Definitivamente es un acto realizado por un taumaturgo. Así, este taumaturgo entra al buen decir y a la estética de lo sublime con el teatro del Siglo de Oro, que desemboca en la distorsión de la realidad que también hace maravillosamente con el Esperpento de Valle-Inclán. Eso no se queda ahí, hay que ver sus montajes de Shakespeare, ricos de una sensibilidad lírica y una racionalidad ideológica casi indefinida. Ver Sueño de una noche de verano en La Glorieta de la UPR era un delirio, una pesadilla, en el buen sentido de la palabra. Lo es también sus montajes de las obras costumbristas del s. XIX en Puerto Rico, en la que formé parte del elenco original en el 1986 en el Anfiteatro, Julia de Burgos de la UPR. Era una poética de la escena impresionante. En ello habitaba una gran inteligencia ideológica e histórica de la época en la Isla que muy pocos han realizado con tanta verosimilitud.
            También en aquellos años ochenta dirigió las grandes telenovelas. En algunas de ellas hice mis bolitos. Uno seguía aprendiendo con El Maestro de su sabiduría como guía en el arte de la actuación, que es inigualable a otros maestros que he tenido fuera de la Isla de Puerto Rico, y nadie reemplaza ni supera a mi Gran Mentor, Dean Zayas. Precisamente fue él, el que me dio cartas de recomendación para hacer mis estudios graduados en teatro y literatura. A él le debo mi carrera de 23 años de profesor de literatura latinoamericana en los Estados Unidos. Hoy por hoy y eternamente se le debe la existencia de un teatro nacional a Dean Zayas, poeta de la escena, maestro, mentor, padre y sobre todo, mi gran amigo. Dios lo Bendiga, eres y serás una inspiración para mi vida y para la vida de todos los miembros de la Gran Familia del Teatro Puertorriqueño.
                  * El autor es actor, escritor y Catedrático  de Español en Bronx Community College, City University of New York.